13 mayo, 2025

Volver al sur, salir del laboratorio: el camino propio de una doctora en biología celular

Tras obtener su doctorado en Biología Celular y Biomedicina, Gabriela Vargas sintió que el itinerario previsto no resonaba en ella. Decidió entonces reorientar el rumbo desde la academia hacia la docencia conectada con el territorio, encontrando así un lugar y un nuevo sentido para el quehacer científico.

 

María José Marconi J., Vicerrectoría de Investigación y Doctorados USS

Desde una escuela rural en Molulco, Chiloé, hasta liderar proyectos de innovación en salud y educación desde la sede Patagonia de la Universidad San Sebastián, el trayecto de Gabriela Vargas Mardones no responde a una hoja de ruta académica convencional. Segunda doctora graduada del programa de Biología Celular y Biomedicina de la USS, su historia encarna algo más profundo: la posibilidad de redefinir qué significa “hacer ciencia” y de encontrar, cuando los paradigmas se desdibujan, un nuevo lugar desde el cual contribuir.

“Yo siempre supe que quería estudiar, que quería ser profesional”, cuenta Gabriela. Hija de profesores rurales, fue la menor de tres hermanos que debieron dejar la isla para continuar su educación. A los doce años se trasladó a Castro para asistir a un liceo científico-humanista de la provincia. “El transporte era tan malo que no me quedaba otra que irme a vivir allá. Me fui muy chica, fue una experiencia solitaria, pero para mí era lo lógico. Nunca me cuestioné si debía hacerlo. Había que salir para surgir”.

La ciencia apareció como una afinidad temprana, impulsada por una profesora que le transmitió el entusiasmo por la biología. Estudió Bioquímica en la Universidad Austral, convencida de que su camino no estaba en el trabajo clínico o con pacientes y que la investigación le permitiría explorar el mundo desde la tranquilidad del laboratorio. “Yo entré pensando en ciencia, en entender cómo funcionaban las cosas. Siempre fui muy curiosa”. Sin embargo, la experiencia fue distinta a la que había imaginado.

Gabriela en los laboratorios del CEBICEM, campus Los Leones, año 2020.

“Con el tiempo me fui dando cuenta de que ese entorno no me hacía sentido y me empecé a cuestionar si realmente quería seguir ese camino. Decepcionada, pensé que nunca iba a hacer un doctorado”. Pero una invitación del profesor Gonzalo Mardones —con quien había trabajado en su etapa final de pregrado— la hizo cambiar de idea. Confiando en sus capacidades, le propuso sumarse a un programa de doctorado recién abierto en la USS. Gabriela aceptó.

Durante los primeros años del doctorado disfrutó el aprendizaje teórico, el trabajo intelectual, la lectura. Pero en la etapa experimental volvió la incomodidad: “Yo veía a mis compañeros felices en el mesón, emocionados con sus resultados. A mí no me pasaba. No era infeliz, pero tampoco me llenaba. Sentía que no era mi lugar”. Aun así, decidió terminar el programa. “Uno se compromete, y además fue un proceso en el que crecí mucho, no solo como científica. Vivir sola en Santiago, en una ciudad caótica, me obligó a madurar. Aprendí a comunicarme, a presentar, a escribir, a pensar críticamente. El doctorado me dio muchas herramientas que hoy uso todos los días, aunque ya no haga investigación básica”.

Tras graduarse, intentó seguir el camino convencional: se incorporó a un laboratorio en la Universidad Católica, como parte de un postdoctorado. La experiencia fue breve. “Lo pasé mal. Confirmé que no era para mí. No disfrutaba el trabajo, me frustraba. Y me fui. Me salí del laboratorio”.

Fue entonces cuando comenzó una nueva búsqueda. Quería volver al sur, enseñar, trabajar con personas. “Me di cuenta de que los momentos más felices de mi vida académica no habían sido en el laboratorio, sino fuera de él: cuando hacía actividades de divulgación, cuando participaba en Explora, cuando hablaba con niños o jóvenes sobre ciencia”. Al compartir esta inquietud con su tutora de tesis, Patricia Burgos, ella la desafió a ir más allá de la docencia tradicional, y fue así que conoció el mundo de la vinculación con el medio.

Defensa pública de tesis de la Dra. Gabriela Vargas M., año 2022.

Del laboratorio al territorio

Desde octubre de 2023, Gabriela es académica en la carrera de Kinesiología y docente de Vinculación con el Medio en la sede Patagonia. En menos de un año, ha co-liderado el proyecto CORFO Viraliza “Conecta Salud Patagonia”, orientado a acercar tecnologías innovadoras al ámbito de la salud en un territorio históricamente rezagado. “La idea es reunir autoridades, hospitales, emprendedores y universidades en torno a un objetivo común: mejorar la salud desde el sur, con herramientas como inteligencia artificial, realidad virtual o simulación clínica. Que la innovación no sea solo industrial, sino también social y territorial”.

También está impulsando un proyecto educativo que conecta a estudiantes de primer año con escolares de III° y IV° medio de establecimientos de la zona, a través de clases de biología celular. La iniciativa —en colaboración con el DAEM de Puerto Montt y con apoyo de estudiantes de Pedagogía— busca fortalecer el aprendizaje en ciencias mediante una estrategia de enseñanza entre pares. “Muchos estudiantes llegan a carreras de salud con una base muy baja en biología. Y en los liceos técnicos muchas veces ya no tienen esa formación. Este proyecto busca fortalecer la formación científica en ambos grupos, permitiendo a los estudiantes universitarios consolidar sus aprendizajes al enseñar, y a los escolares acceder a contenidos que muchas veces no están presentes en su formación”.

Lanzamiento proyecto Conecta Salud Patagonia, 2024

 

En paralelo, Gabriela ha comenzado a participar en proyectos de investigación en docencia universitaria, aplicando las herramientas científicas que adquirió en su formación a nuevos contextos. “El pensamiento crítico, la capacidad de analizar, escribir, presentar, gestionar: todo eso me lo dio el doctorado. Y aunque no lo use para diseñar experimentos, sí lo uso para construir, para conectar, para enseñar. Me gusta pensar que sigo haciendo ciencia, pero desde otro lugar”.

El futuro, dice, está todavía en construcción. Su anhelo es seguir estrechando lazos con Chiloé y expandir los proyectos hacia su tierra natal. “Si algún día la USS pone una sede en Chiloé, yo sería la primera en irme. Ese siempre ha sido mi deseo: aportar desde donde vengo”.

Gabriela vive hoy en Puerto Montt, junto a su pareja y sus gatos. Reconoce que no fue fácil soltar la idea del camino tradicional. “Hay una especie de ceguera que te hace pensar que si no haces postdoctorado, fracasaste. Pero no es así. Se puede salir de la caja. Se puede buscar otro lugar. Y no sólo se puede: a veces es necesario. Yo lo hice. Y hoy, por fin, siento que estoy encontrando el mío”.