¿Una “diabetes del cerebro”? El metabolismo energético como nueva clave en las enfermedades psiquiátricas
Un artículo publicado en Nature Mental Health plantea que los trastornos mentales graves podrían tener su origen en fallas del metabolismo energético cerebral. El Dr. Felipe Barros, académico USS y director del CECs, fue parte del equipo internacional que propone este enfoque, que abre nuevas posibilidades para comprender, diagnosticar y tratar estas enfermedades.
María José Marconi J., Vicerrectoría de Investigación y Doctorados USS.

Por largo tiempo, los trastornos mentales graves como la esquizofrenia, la depresión mayor o el trastorno bipolar han permanecido en una zona gris de la medicina. A diferencia de muchos otros problemas de salud, donde se conocen causas, mecanismos y tratamientos dirigidos, en psiquiatría los avances han sido mucho más lentos. Los medicamentos actuales alivian síntomas, pero tienen un efecto limitado sobre el curso de fondo de la enfermedad. En otras palabras: son “aspirinas” para un problema que aún no se entiende bien.
En este escenario, un enfoque emergente en neurociencia propone que los trastornos psiquiátricos podrían originarse en alteraciones del metabolismo energético cerebral, es decir, en las formas en que el cerebro produce y utiliza la (enorme cantidad de) energía que necesita para funcionar.
Esta idea la plantean más de 40 especialistas de distintas disciplinas en un artículo publicado en la revista Nature Mental Health, entre ellos el científico chileno Felipe Barros, académico de la Universidad San Sebastián y director del Centro de Estudios Científicos (CECs). La hipótesis cristalizó en el Foro Ernst Strüngmann sobre Neuropsiquiatría Metabólica, realizado en 2024 en Frankfurt, donde expertos en psiquiatría y práctica clínica, neurociencia, genética, neuroimágenes, entre otras áreas, se reunieron para abordar temas prioritarios y detectar lagunas de conocimiento sobre la salud mental.
La energía de pensar
Pese a representar solo el 2% del peso corporal, el cerebro humano consume cerca del 20% de la energía total del organismo. Es una máquina de alto rendimiento, que requiere un flujo constante de glucosa y oxígeno para sostener procesos como la transmisión sináptica y la actividad eléctrica neuronal. Sin energía suficiente, las neuronas no se conectan, no transmiten, no procesan.
Creciente evidencia sugiere que en muchas personas con enfermedades psiquiátricas graves, esta maquinaria energética presenta fallas. Investigaciones en cerebros post mórtem, estudios de imágenes y cultivos celulares han detectado alteraciones persistentes: desde una menor eficiencia en las mitocondrias (las “fábricas” de energía de las células) hasta niveles elevados de lactato, señal de que el cerebro está recurriendo a vías menos eficientes para generar energía, como si funcionara con un combustible de menor calidad.
Pero quizás lo más llamativo es que estas alteraciones aparecen temprano. “Alguien que va a desarrollar esquizofrenia ya muestra alteraciones metabólicas en el cerebro a los siete años”, explica Felipe Barros. Los datos muestran que niños y adolescentes que más tarde serán diagnosticados con depresión mayor, trastorno bipolar o esquizofrenia también presentan, años antes, indicadores de disfunción en el metabolismo energético cerebral.
Una “diabetes cerebral”
Uno de los conceptos más sugerentes del artículo es el de la “diabetes” cerebral. Así como en la diabetes tipo 2 el cuerpo se vuelve resistente a la insulina y no puede procesar bien la glucosa, algo similar podría ocurrir dentro del cerebro de los pacientes psiquiátricos. El cerebro produce su propia insulina y la usa como señal para regular la energía a nivel local. Cuando esa señal falla (ya sea por genética, inflamación o estrés crónico), el equilibrio metabólico se rompe.
Así, este modelo emergente permite reinterpretar datos ya conocidos (como la mayor incidencia de síndrome metabólico y diabetes en personas con enfermedades mentales graves) y propone una visión integrada de mente y cuerpo, como manifestaciones diversas de un mismo desbalance sistémico y cerebral.

Dr. Felipe Barros
Detectar, tratar, integrar
Las implicancias clínicas de esta propuesta son profundas. En primer lugar, abre la posibilidad de diagnosticar los trastornos mentales antes de que aparezcan los síntomas. Estudios actuales ya están midiendo marcadores como lactato e insulina cerebral en adolescentes con antecedentes familiares, con la esperanza de predecir —y quizás prevenir— la aparición de esquizofrenia o depresión mayor.
Así como en el Alzheimer se han identificado fallas metabólicas décadas antes de los síntomas, aquí también hay una ventana para intervenir tempranamente”, plantea Barros. “Esa es quizá una de las luces más esperanzadoras de este enfoque”.
En segundo lugar, plantea nuevas estrategias terapéuticas. En lugar de buscar únicamente fármacos que modulen neurotransmisores, se abre una línea de tratamientos que apuntan al metabolismo cerebral: desde dietas cetogénicas hasta medicamentos que mejoran la función mitocondrial. Algunos estudios piloto han mostrado mejoras cognitivas y anímicas en pacientes con esquizofrenia tratados con este enfoque. Aún faltan ensayos a gran escala, pero la línea de investigación ya está trazada.
Finalmente, este paradigma plantea una medicina psiquiátrica más integrada con la medicina interna. Al tratar el metabolismo energético como un eje común entre enfermedades mentales y físicas, se podría mejorar no solamente el estado anímico, sino también la salud general, reduciendo riesgos cardiovasculares y mejorando la calidad de vida.
Es pronto para saber si este nuevo paradigma se consolidará como el modelo dominante en psiquiatría. Pero el entusiasmo es evidente. Como escribió el grupo de autores: “La disfunción energética cerebral no es simplemente un efecto secundario de la enfermedad mental. Es parte del corazón del problema”.