América Latina fortalece su coordinación frente a amenazas químicas y biológicas en conferencia UNSGM
Santiago fue sede de la primera Conferencia Latinoamericana sobre el mecanismo de la ONU para investigar el presunto uso de armas químicas y biológicas (UNSGM). El encuentro reunió a autoridades y especialistas de la región, entre ellos la Dra. Andrea Leisewitz, directora de Integridad, Seguridad y Ética de la Investigación de la USS, quien abordó los desafíos actuales del uso dual de la ciencia y las nuevas tecnologías.
María José Marconi J., Vicerrectoría de Investigación y Doctorados USS.
Entre el 11 y el 13 de noviembre se realizó en Santiago la Conferencia Latinoamericana sobre el Mecanismo del Secretario General de las Naciones Unidas para la Investigación del Presunto Uso de Armas Químicas y Biológicas (UNSGM), encuentro inédito en la región que reunió en la CEPAL a delegaciones gubernamentales, organismos internacionales y especialistas en seguridad química y biológica. En ese marco participó la Dra. Andrea Leisewitz, directora de Integridad, Seguridad y Ética de la Investigación de la Vicerrectoría de Investigación y Doctorados de la Universidad San Sebastián, quien abrió las sesiones técnicas con una charla sobre el estado actual de las amenazas químicas y biológicas.
La conferencia surgió desde un diagnóstico claro: América Latina ha mantenido históricamente un compromiso activo con el desarme y la no proliferación, pero sigue siendo la región que menos expertos, asesores y laboratorios aporta a este mecanismo de Naciones Unidas, pese a contar con capacidades técnicas para hacerlo. El objetivo del encuentro fue fortalecer esa contribución regional mediante un mejor conocimiento del UNSGM y de los beneficios mutuos de cooperar con él. Se revisó el funcionamiento del mecanismo, su vínculo con tratados internacionales, finalizando con una definición de próximos pasos regionales.
Desde su rol como experta en buenas prácticas científicas vinculada a marcos internacionales, la Dra. Leisewitz puso el foco en cómo los avances científicos y tecnológicos, esenciales para mejorar la calidad de vida, también pueden ser desviados hacia fines destructivos. “El riesgo aparece cuando alguien con un propósito distinto toma esa misma herramienta, la comprende y la aplica con fines que pueden ser muy dañinos”, explicó, subrayando el concepto de uso dual: la misma herramienta que impulsa innovaciones en salud, agricultura o industria puede, en manos equivocadas, convertirse en una amenaza.

Edificio de las Naciones Unidas en Santiago, sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
Su presentación abordó ejemplos concretos. Recordó que un agente químico o biológico no es automáticamente en un arma: “El cloro, por sí solo, no es un arma química: necesita un mecanismo de entrega, y ahí es cuando se transforma en un arma”, señaló. A partir de esa definición, revisó tecnologías que hoy amplían los escenarios de riesgo. Drones usados para fumigación agrícola, impresión 3D capaz de fabricar componentes críticos o herramientas de IA que facilitan el acceso a procedimientos complejos pueden, en ciertos contextos, operar como vectores de daño. Su mensaje fue preventivo: vigilar el potencial mal uso es parte de una ciencia responsable.
Chile y la agenda regional de prevención
El encuentro contó con delegaciones de distintos países latinoamericanos y con representantes de Naciones Unidas, la OEA y organismos especializados en control y verificación. Para la Dra. Leisewitz, este conjunto de actores evidenció que la región enfrenta desafíos dispares, con países en etapas distintas de desarrollo normativo y técnico. “Es la primera conferencia de este tipo y está liderada por Chile, lo que me parece muy positivo”, comentó, destacando la oportunidad de compartir experiencias.
La trayectoria chilena fue uno de los puntos de interés de la conferencia. La Dra. Leisewitz recordó que el país cuenta con una ley promulgada en 2020 que incorpora a la normativa nacional las convenciones internacionales de armas químicas y biológicas, además de un reglamento publicado en 2023, en cuya elaboración participó como experta. Ese marco implica obligaciones de registro, fiscalización y reporte periódico hacia Naciones Unidas, reforzando las capacidades nacionales de control y respuesta.
Más allá de los acuerdos operativos que emerjan de esta primera cita, el valor del encuentro estuvo en instalar una conversación regional pendiente: cómo preparar a América Latina para responder ante amenazas que no pertenecen solo al pasado, sino que se reconfiguran al ritmo de la tecnología. Como señala la Dra. Leisewitz, el desafío es asumir que la vigilancia nunca será total, pero que construir capacidades compartidas es un paso necesario. Una tarea que convoca a la academia, las instituciones públicas y los organismos internacionales, y en la que la ciencia -bien orientada y resguardada- puede ser parte esencial de la prevención.